En la mitología griega, las Horas (en griego Ὧραι, en latín Horae) eran originalmente las personificaciones o diosas del orden de la naturaleza y de las estaciones, si bien posteriormente fueron consideradas como diosas del orden en general y de la justicia.
Suelen, pues, distinguirse dos «generaciones» principales.
Primera «generación»
En la obra de Homero, donde no se menciona a sus padres ni su número, las Horas son las divinidades olímpicas del clima y las ministras de Zeus, y como tales vigilan las puertas del Olimpo y fomentan la fertilidad en la tierra, al enviar diversas climatologías sobre ella. Como el clima, en un sentido general, se regula según las estaciones, las Horas son también descritas como diosas de las estaciones, es decir, las fases regulares bajo las que la propia naturaleza se manifiesta. Son amables y benevolentes, trayendo a dioses y hombres muchas cosas buenas y deseables. Sin embargo, como es Zeus quien tiene el poder de reunir y dispersar las nubes, las Horas son en realidad sólo sus ministras, y algunas veces también las de Hera.
Bajo diferentes circunstancias, los hombres consideran el paso del tiempo (o las estaciones) rápido o lento, y por tanto ambos epítetos se aplican a las Horas. El curso de las estaciones (o las horas) es descrito simbólicamente por el baile de las Horas; y, junto con las Cárites, Hebe, Harmonía y Afrodita, acompañan las canciones de las Musas y el tañido de la lira de Apolo con su baile.
Las nociones homéricas continuaron vigentes durante mucho tiempo, siendo consideradas las Horas como las dadoras de las diversas estaciones del año, especialmente de la primavera y el otoño, es decir, de la naturaleza en su florecimiento y madurez. En Atenas se adoraba desde tiempos muy antiguos a Talo (Θαλλώ), la Hora de la primavera, y Carpo (Καρπω), la del otoño. La Hora de la primavera compañaba a Perséfone cada año en su ascensos desde el inframundo, y la expresión «la cámara de las Horas se abre» equivalía a «llega la primavera». Los atributos de la primavera (flores, fragancia y grácil frescura) eran igualmente transferidos a las Horas, y de esta forma adornaban a Afrodita cuando ésta surgía del mar, hacían una guirnalda de flores para Pandora, e incluso algunos objetos inanimados eran descritos como receptores de encantos característicos de las Horas. Por lo tanto guardan gran parecido y son mencionada junto con las Cárites, y ambas son frecuentemente confundidas o identificadas. Como fueron concebidas para fomentar la prosperidad de todo aquello que crece, aparecen también como las protectoras de la juventud y los dioses recién nacidos, y los jóvenes atenienses, al ser admitidos entre los efebos, mencionaban a Talo, entre otros dioses, en el juramento que prestaban en el templo de Aglauro.
El templo que estas dos Horas tenía en Atenas contenía también un altar dedicado a Dioniso Orto. Fueron igualmente adoradas en Argos, Corinto y Olimpia, principalmente entre granjeros rurales. En obras de arte las Horas eran representadas como bellas y saludables doncellas, portando los diferentes productos de las estaciones, rodeadas de flores de colores vivos y abundante vegetación, u otros símbolos de fertilidad.
Segunda «generación»
Como en muchos otros casos, en las Horas puede verse una transición gradual desde nociones puramente físicas a éticas, y la influencia que originalmente tenían sobre la naturaleza en general fue posteriormente trasladada a la vida humana en particular, como diosas de la ley y el orden que mantenían la estabilidad de la sociedad. El primer signo de este cambio aparece ya en Hesíodo, quien las describe en su Teogonía dando a un país buenas leyes, justicia y paz, las llama hijas de Zeus y Temis y les da los significativos nombres de Eunomia, Dice y Eirene. Pero las ideas éticas y físicas no se mantienen siempre separadas, y a menudo se mezclan unas con las otros, como en Píndaro.
Desde entonces se consideró a las Horas una tríada, al igual que las Moiras y las Cárites:
Eunomia (Ευνομια, ‘buen orden’) era la diosa de la ley y la legislación. La misma diosa o una diferente de igual nombre puede haber sido hija de Hermes y Afrodita.
Dice (Δικη, ‘justicia’) era la diosa de la justicia moral. Presidía sobre la justicia humana, haciendo su madre (Temis) lo propio con la justicia divina. Dice había nacido mortal y Zeus la situó en la tierra para mantener la justicia entre la humanidad. Pero pronto aprendió que esto era imposible, y la situó junto a él en el Olimpo.
Eirene (Ειρήνη, ‘paz’), cuya equivalente en la mitología romana era Pax, era la personificación de la paz y la riqueza, y era representada en el arte como una joven y bella mujer llevando una cornucopia, un cetro y una antorcha o ritón.
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