Júpiter era retratado como un dios sabio y justo pero tenía un gran temperamento, reinaba sobre la tierra y el cielo y sus atributos eran el águila, el rayo, y el cetro. Uno de los defectos de Júpiter era su promiscuidad y para realizar sus conquistas amorosas, se transformaba en animales como cisnes, toros o pájaros, pues él no podía ser visto en toda su gloria. El Júpiter romano poseía una personalidad menos marcada que su equivalente griego y los aspectos religiosos permanecían mucho más diferenciados entre ambas culturas.
En el periodo imperial era habitual que emperadores como Claudio o Domiciano adoptasen características de las representaciones de Júpiter en sus propios retratos intentando reafirmar su soberanía sobre el imperio.
Júpiter Capitolino
El mayor templo de Roma era el de Júpiter Optimus Maximus en el monte Capitolino, donde también era adorado con la forma de una piedra, conocida como Júpiter Lapis, sobre la que se realizaban juramentos. En este templo se le adoraba junto a Juno y Minerva, formando la Tríada Capitolina. Era común que los romanos construyesen templos dedicados a Júpiter Optimus Maximus o a la Tríada Capitolina en el centro de las nuevas ciudades de las colonias.
El Templo de Júpiter del Capitolino fue comenzado por Tarquinio Prisco y completado por el último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, aunque fue inaugurado, según una tradición registrada por los historiadores, el 13 de septiembre, al comienzo de la época republicana (509 a. C.). Se erigía sobre un podium alto con una escalinata de entrada en su frente. En tres de sus lados estaba probablemente por una columnata y tenía otras dos filas de pilares dispuestos en línea con las de la fachada para formar un profundo pronao que precedía los tres cellae que iban de lado a lado a la manera etrusca, siendo la central más ancha que las otras dos.
Los restos conservados de los cimientos y el podium, la mayor parte de los cuales quedan debajo del Palazzo Caffarelli, están formados por enormes secciones paralelas de muros hechos de bloques cuadrados de tosca gris (cappellaccio) que dejan constancia del tamaño total de la zona superficial de la base del templo (unos 55×60).
Sobre el tejado había un auriga de terracota, hecha por el artista etrusco Vulca de Veyes en el siglo VI a. C., encargado por Tarquinio el Soberbio, que fue reemplazada en el 296 a. C. por una de bronce. La imagen de culto, también obra de Vulca, era de terracota y se le pintaba la cara de rojo en los días festivos. Bajo los cellae estaban los favissae o pasajes subterráneos, en la que se almacenaban viejas estatuas que habían caído desde el tejado y varias ofrendas dedicadas.
El templo fue reconstruido en mármol después de que un incendio lo destruyese por completo en 83 a. C., cuando la imagen de culto se perdió, así como los Libros Sibilinos guardados en un cofre de piedra. Sufrió otros incendios en el 69 d. C., cuando el Capitolio fue asaltado por los partidarios de Vitelio, y en el 80 d. C.
Frente a la escalinata estaba el altar de Júpiter (ara Iovis). En la gran plaza frente al templo (la Plaza Capitolina) había varios templos dedicados a divinidades menores, además de otros edificios religiosos, estatuas y trofeos.
Su dilapidación empezó en el siglo V, cuando Estilicón se llevó las puertas doradas y Narsés retiró muchas de las estatuas en 571.
En el idioma
Se creía que Júpiter estaba a cargo de la justicia cósmica y en la Antigua Roma la gente juraba por Júpiter en los tribunales de justicia, lo que llevó a la expresión común «¡por Júpiter!», usada aún como un arcaísmo en la actualidad. Además, «jovial» es un adjetivo relativamente común usado para describir a la gente alegre y optimista.
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