Las Fiestas Lupercales eran, en la Antigua Roma, unas fiestas que se celebraban el día 15 del mes de febrero. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo, animal que representa a Fauno Luperco) e hircus (macho cabrío, un animal impuro). Fueron instituidas por Evandro el arcadio en honor de Pan Liceo (también llamado Fauno Luperco, el que protegía al lobo, y protegía contra Februo, o también Plutón).
Bajo la sombra de esta venerable higuera, la Ruminalis, celebraban el sacrificio de un perro y de un macho cabrío, animales que eran considerados impuros. Después se tocaba la frente de los luperci con el cuchillo teñido con la sangre de la cabra y a continuación se borraba la mancha con un mechón de lana impregnada en leche del mismo animal. Éste era el momento en que los lupercos prorrumpían en una carcajada de ritual. Luego cortaban la piel de los animales sacrificados en tiras, llamadas februa, que junto con la deidad sabina Februo, y el sobrenombre de Juno, Februalis (la que purifica), son los posibles candidatos a darle nombre al mes de Febrero. Con este aspecto y casi desnudos, sólo tapados con unas tiras de cuero, salían alrededor del monte Palatino donde golpeaban a todos los que encontraban a su paso. El ser azotado por las tiras de cuero de los luperci equivalía a un acto de purificación, y era llamado februatio.
Este acto de purificación comenzó en el reinado de Rómulo y Remo, cuando las mujeres romanas se hicieron estériles. Después de consultar el oráculo de la diosa Juno, en el bosque Esquilo, ésta respondió: "Madres del Lacio, que os fecunde un macho cabrío velludo". Y es ésta la razón por la que los luperci van desnudos uncidos en sangre de animales impuros (como si vinieran de caza) con pieles de lobo, golpeando con el látigo como si fuera un miembro viril.
Para las mujeres, este rito aumentaba su fertilidad poniéndole las carnes de color púrpura. Este color representaba a las prostitutas de la época, en particular las que ejercían la prostitución sagrada con los lupercos en el Ara Máxima, también llamadas lupas o lobas. De este color vistió Helena de Troya para ofender a su marido Menelao, que como todos los reyes de la época, trataban como una esclava a sus mujeres. Hoy en día es color del feminismo.
Esta celebración la adoptó el emperador Justiniano I en el imperio de Oriente el año 542, como remedio para una peste que ya había asolado Egipto y Constantinopla y amenazaba el resto del imperio.
Con el paso del tiempo el Papa Gelasio I prohibió y condenó, en el año 494, la celebración pagana de las Lupercales. Quiso cristianizar esta festividad y la sustituyó por el 14 de febrero, fecha en la cual murió martirizado un cristiano llamado Valentín, en el año 270 d. C.
Las lupercalias se trocaron pues en una procesión de candelas pidiendo, en cánticos y letanías la misma protección contra la muerte y la fertilidad que procuraba Fauno Luperco, ahora elevada a esperanzas de una vida y salud mucho más alta. A pesar de todo, esta procesión de las candelas desterró el rito pagano mucho más efectivamente que todas las prohibiciones anteriores.
Esta celebración se unió más tarde a la liturgia de la Presentación, por la referencia que Simeón hace, en su canto, a Cristo como "luz de las naciones", asociada a los cirios, antorchas y candelas encendidas en las manos de los fieles. El 2 de febrero se cumplían cuarenta días desde que, en la época de San Ambrosio, se fija el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús, también para desterrar el festejo pagano del culto al Sol.
De las lupercales procede hoy la tradición del carnaval gallego característico de Ginzo de Limia, Laza y Verín, donde los cigarrones, pantallas o peliqueiros azotan a la gente con débiles fustas de cuero, con cencerros en honor a los pastores de los que Fauno Luperco era dios, y golpeando con tripas de cerdo hinchadas con la mano.
Fuente: Wikipedia